La primera vez en la playa del bebé nos hace especial ilusión.
La playa puede ser un entorno muy enriquecedor y una experiencia que ayude a su desarrollo integral.
En la playa nuestras criaturas pueden percibir muchos estímulos sensoriales: la arena, el agua, el sonido de las olas. Esto les ayuda a construir una representación global del mundo.
La arena, además, es un material que siempre invita a jugar. Construir castillos y formas con ellos y jugar con cubos y palas fomenta su imaginación y desarrollo psicomotor. Por otra parte, jugando con ellos reforzamos nuestro vínculo y contribuimos a su desarrollo afectivo. La playa es un lugar ideal para dejar el móvil a un lado y disfrutar del sol, el agua, de jugar con nuestras criaturas y de estar más en el momento presente, sintiendo más y pensando menos.

Si nuestros chiquitines juegan con otros niños/as pueden empezar a trabajar sus habilidades sociales y emocionales. ¡Seguro que ya se empiezan a enfadar cuando les quitan su pala!
La playa es también un entorno propicio para el contacto físico. Llevar al bebé en brazos para disfrutar del agua o caminando por la orilla, fortalece el vínculo emocional y ayuda al bebé a sentirse seguro y a confiar en la vida, a ser optimista y afrontar los retos con valentía.
Otro aspecto beneficioso de la playa es que en este escenario, la criatura puede integrar diferentes elementos de la naturaleza como el sol, el agua y la arena, lo que favorece el apreciar la belleza de la naturaleza y aumenta la conexión con el entorno.
Por tanto, vemos que al aprovechar los estímulos sensoriales, el juego creativo, el contacto físico y la integración de elementos naturales podemos proporcionar una experiencia muy enriquecedora a nuestros peques llevándolos a la playa.
Los expondremos a un escenario estimulante y, a la vez, fortaleceremos nuestro vínculo y les ayudaremos a desarrollar habilidades cognitivas, sensoriales y sociales tan importantes para su crecimiento y un desarrollo óptimo.