Había una vez, en un pequeño campo, donde los colores del arco iris parecían haberse derramado sobre la tierra, una especie de flores llamadas las Florelisas. Estas pequeñas flores mágicas podían moverse libremente y tenían la capacidad de cambiar sus colores y aromas según su estado de ánimo y sus deseos.Entre todas las Florelisas, había una especialmente tímida llamada Azura, que se preguntaba si algún día conseguiría superar la timidez. Azura tenía pétalos de un delicado azul celeste, pero esa timidez la hacía dudar en cambiar de color o esparcir su aroma como las demás, por lo que permanecía siempre en un color verde que la ayudaba a camuflarse entre la hierba del prado. Mientras las otras Florelisas se transformaban en vibrantes rojos, naranjas y violetas, y llenaban el aire con perfumes exquisitos, Azura prefería quedarse en su rincón, observando en silencio.

Azura adoraba el espectáculo de colores y aromas que sus amigas creaban, pero nunca se atrevía a unirse a ellas. Cada vez que pensaba en cambiar de color o liberar su fragancia, el miedo de ser juzgada la detenía. Se preocupaba de que su aroma no fuera tan dulce o que sus colores no fueran tan hermosos como los de las demás. Estaba convencida de que nunca lograría superar la timidez.

Un día, mientras el sol brillaba sobre el campo y las Florelisas danzaban con sus colores y aromas, Azura fue visitada por Maravilla, una Florelisa de pétalos dorados que siempre estaba llena de energía y alegría. Maravilla se acercó a Azura con una sonrisa cálida.

—Hola, Azura —dijo Maravilla suavemente—. ¿Por qué no te unes a nosotras? Nos encantaría ver tus colores y oler tu fragancia.

Azura miró al suelo, nerviosa.

—No sé si puedo —respondió—. Tengo miedo de no ser tan buena como ustedes. ¿Y si mi aroma no es agradable?

Maravilla se sentó a su lado, sus pétalos dorados brillando a la luz del sol.

—No tienes que ser como nosotras, Azura. Para superar la timidez lo importante es que te des cuenta de que cada una de nosotras tiene un color y un aroma únicos, y eso es lo que hace nuestro campo tan especial. No tienes que ser perfecta. Solo tienes que ser tú.

Azura reflexionó sobre esas palabras. Esa noche, mientras las Florelisas continuaban su danza de colores y aromas, Azura decidió intentar algo diferente. En lugar de luchar contra su timidez, decidió aceptarla. Se permitió sentirla sin juzgarse por ello. Lentamente, sus pétalos empezaron a cambiar, se convirtieron en un lindo azul celeste y depués pasaron a un suave lila. Solo había visto estos colores en sus pétalos cuando era pequeña.

Unas noches después, Azura dio su primer paso. Se acercó al grupo, aunque todavía manteniendo cierta distancia. Las otras Florelisas lo notaron y, siguiendo la guía de Maravilla, le dieron espacio y la animaron con sonrisas y miradas alentadoras. Azura comenzó a cambiar sus colores, tímidamente al principio, pero luego con más confianza. Sus pétalos se tiñeron de tonos púrpuras y rosados, y su aroma, una mezcla de lavanda y miel, empezó a esparcirse por el aire.

Con el tiempo, Azura empezó a disfrutar de los cambios de color y de liberar su fragancia. Aunque nunca dejó de ser un poco reservada, su aceptación de su timidez le permitió participar y disfrutar de la compañía de sus amigas. Descubrió que no tenía que ser como las demás para ser parte del grupo; su propio color y su propio aroma eran suficientes.

Así, en este mágico campo, Azura y las otras Florelisas continuaron bailando y esparciendo sus fragancias, cada una con su propia esencia, creando juntas un espectáculo de colores y aromas que llenaba el aire de belleza y armonía.

Así es como Azura logró superar la timidez.

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